sexta-feira, 27 de maio de 2016

Poloneses, 6.2

O relato apresentado por Piglia acerca da possível relação entre Borges e Gombrowicz - ambos envolvidos, segundo Piglia, em projetos análogos de reinvenção da língua - não encontra muito respaldo na visão apresentada pelo próprio Gombrowicz em seu Diário argentino. Em primeiro lugar, a passagem do Diário na qual Gombrowicz fala da tradução de Ferdydurke ao espanhol:
En la segunda mitad del año 1946 encontrándome, como tantas veces, con los bolsillos totalmente vacíos y sin saber dónde obtener algún dinero tuve una inspiración: le pedí a Cecilia Debenedetti que financiara la traducción de Ferdydurke al español, reservándome seis meses para hacerlo. Cecilia asintió de buena gana. Me puse entonces al trabajo que se efectuaba así: primero traducía como podía del polaco al español y después llevaba el texto al café Rex donde mis amigos argentinos repasaban conmigo frase por frase, en busca de las palabras apropiadas, luchando con las deformaciones. locuras, excentricidades de mi idioma. (p. 44).
Pouco antes, Gombrowicz relata seu primeiro encontro com Borges, em um jantar na casa de Bioy Casares e Silvina Ocampo: En esa cena estaba también presente Borges, quizás el escritor argentino de más talento, dotado de una inteligencia que el sufrimiento personal agudizaba. Quais as possibilidades de compreensão entre essa Argentina intelectual, estetizante e filosofante e eu?, pergunta-se Gombrowicz. A mí lo que me fascinaba del país era lo bajo, a ellos lo alto. O que interessa a Gombrowicz na Argentina é seu caráter "imaturo", o grande tema de seus romances. Gombrowicz via em Borges e em seu círculo um desejo de maturidade: Ah, no ser juventud! Ah, tener una literatura madura! Ah, igualar a Francia, a Inglaterra! Ah, crecer, crecer rápidamente! Gombrowicz vê Borges como um homem maduro, um intelectual, um artista, membro da "Internacional do Espírito", sem relação "definida nem intensa com seu solo". Lo que les reprocho es, continua Gombrowicz
no haber elaborado una relación con la cultura mundial, más acorde con su realidad, realidad argentina. El arte es ante todo un problema de amor; si queremos conocer la verdadera posición del artista debemos preguntar: de qué está enamorado? Para mí era evidente que ellos no estaban enamorados de nada o de nadie y si lo estaban era de Londres, París, Nueva York, o en fin, de un folklore bastante esquemático e inocuo. (Gombrowicz, Diario argentino, tradução do polonês ao espanhol de Sergio Pitol. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1968, p. 38).  
O relato de Gombrowicz diz mais sobre si próprio do que sobre Borges e seu grupo - seu ideal da imaturidade, seu ressentimento pelo exílio, sua dificuldade com a língua e, especialmente, seu quase inexistente relacionamento com os textos de Borges (ou mesmo suas letras para tangos e milongas, o Evaristo Carriego, o lunfardo, a revista Martín Fierro, etc). Em O escritor argentino e a tradição, palestra dada em 1953, Borges propõe uma relação com a tradição até certo ponto familiar àquela de Gombrowicz (quando menciona a "irreverência"):
¿Cuál es la tradición argentina? Creo que podemos contestar fácilmente y que no hay problema en esta pregunta. Creo que nuestra tradición es toda la cultura occidental, y creo también que tenemos derecho a esa tradición, mayor que el que pueden tener los habitantes de una u otra nación occidental. Recuerdo aquí un ensayo de Thorstein Veblen, sociólogo norteamericano, sobre la preeminencia de los judíos en la cultura occidental. Se pregunta si esta preeminencia permite conjeturar una superioridad innata de los judíos, y contesta que no; dice que sobresalen en la cultura occidental, porque actúan dentro de esa cultura y al mismo tiempo no se sienten atados a ella por una devoción especial; “por eso –dice- a un judío siempre le será más fácil que a un occidental no judío innovar en la cultura occidental”; y lo mismo podemos decir de los irlandeses en la cultura de Inglaterra. Tratándose de los irlandeses, no tenemos por qué suponer que la profusión de nombres irlandeses en la literatura y la filosofía británicas se deba a una preeminencia racial, porque muchos de esos irlandeses ilustres (Shaw, Berkeley, Swift) fueron descendientes de ingleses, fueron personas que no tenían sangre celta; sin embargo, les bastó el hecho de sentirse irlandeses, distintos, para innovar en la cultura inglesa. Creo que los argentinos, los sudamericanos en general, estamos en una situación análoga; podemos manejar todos los temas europeos, manejarlos sin supersticiones, con una irreverencia que puede tener, y ya tiene, consecuencias afortunadas. 

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